lunes, 17 de febrero de 2014

waiting to sir F

Lo que más triste me parece en esta vida, es comer solo. Sólo si no es por decisión propia. La cocina, con azulejos de piso de alquiler, con manchas que sola, se ven más. Este espacio que, sola, se hace más largo, anodino, y el fondo, donde se adivina la habitación, parece tomado con un gran angular.

Calientas la sopa del día anterior, mientras tanto miras el extractor y sabes que debes volver a mirar la sopa. Te repites que has de hacer limpieza. Ahora recuerdas a tu amigo Migüel de la facultad, separado de una novia que le abandonó por otra mujer , demasiado mayor para estudiar fotografía, que se autorretrató comiendo otra sopa en su comedor. En el momento no lo entendiste, pues siempre has vivido rodeada de tres hermanos, sin cuarto propio, y jamás habías podido comer sola. Incluso cuando engullías deseando que desapareciesen haciendo piruetas hasta vomitar en el baño.

Tú y la sopa. En cualquier plato. Sin sorber, aunque nadie te oiga. Sin vomitar. Ya estás curada.
Te preguntas: ¿Y si fuera viuda?

Espero acabe pronto esta semana.

Que mi amor vuelva del trabajo.

Y dejar de comer sola.

De momento no soy viuda.

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